REESCRIBIR LA INFANCIA CON LOS OJOS DEL CORAZÓN

“ Cincuenta y Cinco relatos, un Río y Dos Orillas ( Diputación de Cáceres, 2023) Autor: Silverio Olmedo Alonso

“ Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan “ (El Principito, de Saint-Exupéry )

Silverio Olmedo Alonso es un docente que ama su profesión porque doña Rosi , en aquellos días remotos de la escuelina en su Navaconcejo natal ( un pueblo de Cáceres atravesado por el río Jerte) , le enseñó qué el sentido de este oficio es que los niños aprendan siendo felices. Fue así como entendió , a sus 5 años , en una de esas iluminaciones que sólo tienen lugar en el tiempo no contaminado de la infancia, cuál sería el sentido de su vida cuando creciera.

También descubriría , en las calles empedradas y tortuosas de Navaconcejo, que caminando sólo en línea recta no se podía llegar muy lejos, literalmente. Los desiguales rollos del Jerte con los que estaban empedradas las calles de su niñez provocaban que los niños tuvieran que aprender a andar de pie .Y así, a fuerza de empinamientos audaces y saltos peligrosos entre los rollos rebaladizos de las dos orillas del río, a fuerza de jerías , a don Silverio se le quedó ya para siempre alma de funambulista. Qué duda cabe de que los aprendizajes provechosos de la vida , gozosos o dolorosos, nunca son en línea recta.

Un alma de niño atraviesa estos relatos en los que al autor , si menoscabo del gran trabajo de investigación, le importa menos el relato exacto de los hechos que relata (o la descripción entrañable y aguda de los perosnajes que retrata), y sí, por encima de todo, rescatar su propia mirada de niño.

Silverio Olmedo, como comenta su hija Irene en una oportuna Nota a los Lectores y Lectores, hace un poderoso ejecicio de introspección para contarnos su infancia y primera juventud con los ojos del niños que fue, y al que ha vuelto en cada de una de las líneas de este libro entrañable.

“Principitesco” él, al conseguir ese regreso a una forma de ver la realidad que tantos damos por perdida, es capaz de hacernos sentir que es posible volver al paraíso, a La Raíz que siega el tiempo y “el progreso” , a ver con los ojos del corazón. Y ése es el gran mérito de “ Cincuenta y Cinco Relatos, Un Río y dos Orillas”.

El otro es el ejercicio narrativo audaz y hábil que conecta a Silverio con los grandes contadores de historias que en el mundo han sido, desde el principio de los tiempos. Una habilidad que pone el foco en los avatares y personas que han contribuido a trenzar su personalidad, su propio ser, como si una larga nea invisible fuera la trama perfecta que liga todos los relatos.

Olmedo Alonso, hijo de “los silleros” , sabe muy bien con qué tipo de maderas trabaja, cómo domar los jaces del olvido metiéndose hasta el fondo en las aguas heladas del río, y cómo describir anécdoras familiares con artesanos recursos de quién ha visto a su padre tornear la madera virgen hasta crear una silla firme donde sentarse , la silla del lenguaje que nunca muere.

En esa nea quedaron atrapados para siempre y nunca jamás el niño Silverio que trabajaba con su familia en la cerecera y dormía en chozos oscuros , los juegos interminables en la calle , la “obsolescencia porgramada” de los simples juguetes que no podían competir con la imaginación, los amigos y parientes, el caballo con ruedas , los oficios, el Taraballo, Mazinger Z …

“El baile”: la escena conmovedora en la que homenajea a toda una generación de padres y madres de la postguerra, que soñaban con una realidad menos dura para sus hijos. Un sueño cumplido.

También hay capítulos luminosos en los que habita el misterio, el miedo , y la muerte que aparece de forma temprana como una presencia que, sin avisar, irrumpe en la vida de los niños como preludio de que la niñez tiene fecha de caducidad; o de que ésta puede ser segada sin más, provocando un silencio lleno de ira donde antes había canciones e inocencia.

Todo va cayendo (los abuelos, el chozo del Balaflor, el caballo de la familia), menos la raíz del roble que salvó al bisabuelo Ramón de los lobos.

Sobre esa raíz firme están escritos estos relatos. Leedlos con amor, con ternura… Volved a ser el niño o la niña que fuísteis, que sois… Durante esa travesía, os aseguro, los lobos aúllan lejos y somos inmortales.