De los 160 millones de niños que trabajan, 79 millones lo hacen en labores peligrosas, que condicionan sus vidas y por las que reciben salarios ínfimos.
La ONG lucha desde hace 65 años para prevenir y atajar las causas que llevan a que millones de pequeños tengan que abandonar la escuela para emplearse en trabajos precarios.
Un proyecto en Togo apoya a los niños trabajadores del mercado de Hanoukope y ofrece formación y capacitación a mujeres vulnerables y asistencia a niñas y jóvenes víctimas de la violencia y los malos tratos.
El próximo 12 de junio, se conmemora en Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Una lacra en la que están involucrados 160 millones de niños en todo el mundo y que, para Manos Unidas, solo puede combatirse con educación y con políticas que garanticen la protección de los menores y la erradicación de la pobreza.
De los 160 millones de niños que trabajan, 79 millones lo hacen en labores peligrosas que condicionan sus vidas y por las que reciben salarios ínfimos.
“Estamos hablando de niños y niñas que realizan trabajos domésticos casi esclavos, sin descanso y en medios insalubres; de trabajos agrícolas, de sol a sol, que requieren grandes esfuerzos; de trabajos industriales o mineros en los que utilizan herramientas y materiales que ningún niño debería manejar o de decenas de miles de “niños soldado” reclutados por grupos armados regulares o irregulares, asegura Waldo Fernández, del departamento de estudios de Manos Unidas.
Pero hay otras formas de trabajo infantil en las que también están involucrados adultos sin escrúpulos y que mueven al año 23.500 millones de euros. “Nos referimos a los más de 1,2 millones de menores víctimas de tráfico infantil”, explica Fernández.
“Y a los niños y niñas involucrados en redes de comercio sexual, las niñas casadas y destinadas al trabajo doméstico desde temprana edad, o los que trabajan en las fábricas”, enumera.
Todos estos pequeños se ven privados de su infancia, de su derecho a jugar y de su crecimiento físico y mental.
Muchos de ellos deben abandonar la escuela, sufren traumas psicológicos y tendrán muchas menos posibilidades de progresar y de abandonar el círculo de la pobreza.
Para Manos Unidas, la pobreza está en la base del trabajo y las esclavitudes infantiles y es un deber de todos los ciudadanos del mundo erradicarla y prevenirla.
Porque, aunque la explotación y la esclavitud infantil se den fundamentalmente en los países más empobrecidos, están presentes en nuestro día a día, en nuestra ropa fabricada en condicione infrahumanas, en nuestros teléfonos móviles…”, denuncia Waldo Fernández.
Los más de 500 proyectos de desarrollo que apoya Manos Unidas cada año tienen como fin disminuir la brecha de desigualdad que separa a ricos y a pobres. “Queremos ser parte de esa transformación que necesita el mundo, que permita a todos los seres humanos vivir con dignidad”, asegura Fernández.
Manos Unidas lucha desde hace 65 años para prevenir y atajar las causas que llevan a que millones de pequeños tengan que abandonar la escuela para emplearse en trabajos precarios y mal remunerados.
Ante al trabajo infantil, no hay lugar para la indiferencia.
Combatir el trabajo infantil en Togo
El mercado de Hanoukope se encuentra en las afueras de Lomé, capital de Togo. Por el medio del mercado pasa un tren de vía estrecha que transporta carbón y llena el ambiente de polvo negro y humo.
La mayoría de la gente que vende en el mercado vive también en él, hacinada entre los puestos, la basura y la vía del tren.
El trabajo y explotación de niños en este mundo marginal es una realidad. Por un lado, existe el trabajo esclavo de niños que son vendidos por su familia, son propiedad de un patrón y no reciben ningún salario.
No van a la escuela ni tienen derechos de ningún tipo.
Por otro lado, hay niños que, debido a la falta de recursos de sus padres, en vez de acudir a la escuela trabajan desde pequeños más de 12 horas al día en condiciones penosas: los chicos como porteadores de mercancías, vendedores o mecánicos y las chicas, como sirvientas, vendedoras ambulantes o en restaurantes y bares.
Hay violencia y abusos sexuales no sólo entre las chicas; existen embarazos precoces, enfermedades sexuales y mucha miseria.
También hay casos de abuso sexual en la familia, violaciones y víctimas del tráfico.
En el año 2004, las Carmelitas Vedrunas, socio local de Manos Unidas en el país, instalaron en medio del mercado un centro en el que llevaban a cabo trabajos de sensibilización, animación y formación entre los adultos y de acompañamiento, tratamiento psicológico y educación entre los niños.
Años después, cuando el mercado se amplió y comenzó a crecer al otro lado de la carretera, pidieron apoyo a Manos Unidas para la construcción de un pequeño centro en el nuevo mercado en el que realizar las mismas actividades que en el centro anterior.
Manos Unidas colaboró, también, en el pago de parte de los salarios de las educadoras, asistentes sociales y jurídicos, psicólogo y médico para el funcionamiento durante un año de los dos centros.
En la actualidad, Manos Unidas colabora con las religiosas Vedrunas en un proyecto de apoyo a mujeres adultas con falta de formación para la realización de actividades generadoras de ingresos y a chicas jóvenes víctimas de violencia y malos tratos para reinsertarlas en la sociedad a través de la educación tanto escolar como profesional, y además sensibilizar a la población en general en estos temas de violencia de género y derechos de la mujer.