(EFE).- Redoblar los esfuerzos en los programas de vigilancia entomológica ya existentes es una pieza clave para conocer qué tipo de virus portan los vectores -mosquitos o jejenes- que circulan en un determinado lugar para evitar “trabajar a toro pasado”, es decir cuando las enfermedades víricas que transmiten ya se han presentado, como es el caso de la lengua azul.
“Se trata de conocer qué mosquitos están circulando por los ecosistemas y analizar los virus que albergan”, ha afirmado en declaraciones a EFE el profesor del departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Extremadura, Joaquín María Rey Pérez.
En este marco, ha considerado fundamental redoblar la labor que se realiza en las estaciones de vigilancia entomológica para la caracterización virológica de los mosquitos en aquellas zonas donde existe un mayor riesgo de que surjan este tipo de problemas.
Por ello, y según ha defendido, se tendría que actuar un poco antes para saber qué virus están circulando a nivel de los insectos, y así “podríamos ir un poco por delante”. “Se trata de hacer recogidas de mosquitos, no digo de forma permanente, pero sí con una cierta periodicidad, y ver lo que llevan dentro”, ha apuntado nuevamente.
Así, ha citado -salvando las distancias con la lengua azul, que no afecta a humanos- al Virus del Nilo Occidental, que ya ha causado muertes en personas. “Cuando una persona fallece como consecuencia de este virus supone que la infección subyacente en mosquitos y aves en esa zona es ya es muy alta; eso hay que tratar de preverlo”.
Jejenes
Los jejenes transmisores de la enfermedad no son buenos voladores, pues no suelen desplazarse más allá de 300 o 400 metros alrededor del sitio en el que nacen, por lo que su dispersión está asociada directamente al arrastre por el viento.
Estos jejenes tienen su máxima actividad al atardecer y con temperaturas ambientales de entre 25 y 30 grados.
Con la llegada del invierno estos insectos pierden actividad y mueren, pero debido al incremento de la temperatura ambiental asociado al cambio climático, algunos individuos puedan sobrevivir durante todo el invierno, reproduciendo la infección al año siguiente.
La enfermedad de la lengua azul produce alteraciones en las células y en los vasos sanguíneos, desarrollando hemorragias y trombosis, que dificultan la llegada de sangre a determinadas partes del animal. Como consecuencia de esta inadecuada irrigación surgen zonas necróticas, principalmente en la mucosa nasal, en la boca y en la zona de la pezuña.
Este oscurecimiento de la mucosa de la boca da nombre a la enfermedad.
En el desarrollo de la enfermedad también juegan otras variantes, como el serotipo del virus, su virulencia y la sensibilidad específica del animal a la infección. A modo de ejemplo, hay serotipos que afectan solo al ovino, con una clínica casi inaparente, y otros que afectan a varias especies con una clínica muy significativa.
Rey ha explicado que la comunidad científica ha identificado hasta el momento 27 serotipos distintos del virus de la lengua azul. Esta gran variedad es consecuencia directa de las muchas mutaciones y recombinaciones genéticas que ha experimentado el virus.
Aunque el periodo de incubación de la enfermedad puede variar, se estima que puede oscilar entre cinco y diez días.
Vacunación
La vacunación frente a la lengua azul exige dos dosis separadas entre 21 y 27 días, dependiendo de la prescripciones del laboratorio que las suministran.
“Esto es lo ideal, pues la primera dosis por sí sola, no es suficiente para establecer una respuesta inmune”, ha manifestado a EFE Rey Pérez.
“El animal que es vacunado con esta doble dosis se encuentra protegido específicamente frente al serotipo de la vacuna”, ha explicado el profesor si bien ha apuntado que un animal puede estar vacunado frente al serotipo 3 y enfermar del 1, por ejemplo.
Movilización/Inmovilización
En este tipo de procesos “cuanto menos se muevan los animales, mejor”, ha afirmado Rey Pérez con cautela, pues entiende y es sensible a los intereses económicos de los ganaderos, especialmente ante la llegada de la campaña navideña.
“Una restricción absoluta de movimientos supone muchísimos millones de euros de pérdidas”.
Desde un prisma meramente científico, ha advertido del riesgo que puede conllevar movilizar animales de zonas restringidas a otros territorios libres de notificación de focos. Así, puede ocurrir que un animal infectado llegue a otro territorio o zona y los culicoides presentes allí trasmitan la enfermedad de este animal a otros libres de la misma.
“Esos animales tienen el virus circulando en su sangre y pueden transmitirlo cuando el insecto pica a otro animal no infectado”, ha reiterado.
Preguntado si el resultado negativo de una PCR (Reacción de la Cadena de la Polimerasa) puede avalar perfectamente que un animal pueda ser movido o trasladado, Rey ha apuntado que “en principio y debido a la sensibilidad de la prueba, si un animal presenta una PCR negativa, el animal no está infectado y es perfectamente seguro”.
No obstante, ha remarcado que, al ser una enfermedad de declaración obligatoria, las políticas, restricciones y medidas sanitarias establecidas ante esta enfermedad vírica son competencia exclusiva de la Administración.
Desinsectación
Otra medida clave a la hora de combatir la lengua azul es la desinsectación de las instalaciones y explotaciones ganaderas, muy especialmente en las zonas húmedas, con materia orgánica y umbrías, lugares donde se suelen acantonar los jejenes; una labor que debe acometerse en los periodos de más calor.
Asimismo, ha resaltado la importancia de ser “muy cuidadoso y precavido, además de extremar las precauciones a la hora de traer ganado de otros países donde hay problemas de enfermedades endémicas, no sólo de lengua azul.
No obstante, ha aseverado que la normativa de la UE en protocolos y medidas en materia de sanidad animal a la hora de movimientos y compra de cabezas de ganado está perfectamente definida y se aplica de forma estricta.
“Desde el punto de vista científico es muy sencillo” insistir en la importancia de que no haya movimientos de ganado, pero también “me pongo en la piel de cualquier ganadero” para el que la campaña de navideña es clave en su economía.