- Las alambradas de espino, a menudo vistas como simples cercas que delimitan propiedades, se han convertido en verdaderas trampas mortales para la fauna silvestre.
En nuestros paisajes, donde la naturaleza despliega una biodiversidad muy valiosa, estas estructuras metálicas son el símbolo de una intervención humana que ignora las consecuencias devastadoras en el ecosistema.
Los corzos, esos ávidos exploradores de los bosques y praderas, se ven atrapados en estos alambres, buscando refugio y sustento en un entorno que deberían poder habitar libremente.
Aveces, la muerte se convierte en su única salida, a menudo en agonía, ante la imposibilidad de deslizarse entre los espesores del espino. No solo sufren las víctimas directas; cada corzo u otro animal atrapado significa un impacto negativo en la cadena alimentaria, alterando irrevocablemente el equilibrio natural.
La basura, lamentablemente, acompaña a estas alambradas, formando un paisaje desolador. Residuos plásticos y otros desechos se acumulan en los alrededores, constituyendo un daño más a la salud del medioambiente.
Los animales confundidos, atraídos por este “banquete” tóxico y contaminante, se ven igualmente afectados. La ingesta de plástico, por ejemplo, se traduce en enfermedades y muertes silenciosas que pasan desapercibidas entre la indiferencia humana.
Por otro lado, cabe destacar que los daños del alambre espinoso y otros restos metálicos son sufridos también por el personal que se ocupa del mantenimiento de fincas, en especial cuando se trata de restaurar los muros de piedra seca tradicionales, tan abundantes en nuestros campos y dehesas
En cualquier caso, desde Ecologistas en Acción Dehesas y Villuercas (Extremadura) queremos destacar que existen soluciones que podrían mitigar este conflicto entre la naturaleza y la necesidad humana de delimitar espacios.
La implementación de cercas más amigables con la fauna podría ser un paso hacia la salvación de muchas especies, permitiendo su libre tránsito. Campañas de concienciación sobre la gestión de residuos por parte de asociaciones, ayuntamientos, mancomunidades, etc contribuirían a resguardar la biodiversidad; además no debemos olvidar que el uso de alambre de espino está prohibido en la Comunidad extremeña desde 2013. (Decreto 226/2013 de 3 de diciembre, Art. 6, Punto 1, apartado e)).
En este llamado de denuncia, el grupo ecologista recuerda que la naturaleza no es un recurso finito, sino un patrimonio que debemos proteger.
Las alambradas de espino, y sus efectos, son un recordatorio de cómo nuestras acciones pueden tener repercusiones fatales en el entorno que nos rodea y en nosotros mismos.
No debemos olvidar que el respeto por la vida salvaje y la conservación de nuestro entorno son prioridades innegociables.