Hay un 50% de personas con depresión sin diagnosticar y aunque la sociedad va comprendiendo la patología, persiste el estigma de visitar al psiquiatra y se sigue confundiendo con la tristeza.
Estar triste no es sinónimo de estar deprimido. Es una idea que continuamente tratan de desterrar los especialistas en salud mental. «Aunque la tristeza puede ser un síntoma de la depresión -explica José Manuel Montes, jefe de sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramon y Cajal- no siempre aparece y no es el más relevante».
«El hecho de estar triste -continúa el doctor- es un sentimiento asociado al ser humano que es normal, es una respuesta emocional ante determinadas situaciones, pero hay ocasiones en que la baja tolerancia a la frustración que vive la sociedad actual, hace que se viva con una mayor disfuncionalidad este sentimientoasociado a las circunstancias vitales de la vida. Por eso a veces confundimos, la sociedad confunde la tristeza normal de la que puede aparecer dentro en la depresión, pero son dos cosas distintas».
La depresión arrastra todavía un enorme estigma personal y social
Esa confusión es una de las razones que explican el infradiagnóstico que existe con esta patología mental, sigue muy presente tanto el estigma social como el personal. «Al paciente le cuesta reconocer y aceptar los síntomas psíquicos y asumir que pueden ser parte de una enfermedad mental -apunta el doctor Montes- y aunque hemos mejorado en el sentido de que la sociedad acepta que uno pueda acudir al psiquiatra o psicólogo, la realidad es que todavía queda mucho camino». De hecho, el 42% de quienes padecen depresión no buscan ayuda profesional.
Hay un aumento paulatino y constante de diagnósticos de depresión
La depresión es una de las enfermedades mentales más frecuentes, con tasas de prevalencia en nuestro país del 7,2% en mujeres, el doble que en varones. Detrás de este dato hay causas genéticas, hormonales pero también sociales y personales. Las mujeres acusan de manera más acentuada la vulnerabilidad y los factores estresantes. Y aunque se diagnostican casos en cualquier momento de la vida, el más frecuente, el bloque principal de pacientes, lo encontramos en época de mayor productividad laboral, entre los 30 y los 50 años, aunque, matiza el psiquiatra, «estamos viendo que cada vez hay más casos en edades infantiles y juveniles y también en la última parte de la vida». En ello influye, como factor de riesgo, el aumento del sentimiento de soledad no deseada, «como un elemento que provoca una dificultad para vivir la vida con normalidad, lo que se convierte en una situación estresante que favorece la aparición de la depresión», puntualiza José Manuel Montes.
El 50% de quienes padecen depresión están sin diagnosticar y entre los que sí lo están, la mitad no tienen un tratamiento adecuado. Si la depresión aparece de forma larvada, con otros síntomas, el paciente no es derivado a Psiquiatría, sino que peregrina entre especialistas buscando soluciones o diagnósticos para molestias o síntomas que en realidad no están relacionados con una patología orgánica concreta, sino con la depresión.
Hay personalidades más proclives a la depresión
Detrás de una depresión hay muchos factores desencadenantes. No es hereditaria, aunque sí lo sea la predisposición a padecerla, y a ello hay que sumar factores sociales, relacionados con el estrés, psicológicos, ligados a la personalidad. «Hay personalidades, -explica el doctor Montes- más proclives a padecer depresión, personalidades con elevada autoexigencia, responsabilidad, exceso de control, rigidez de pensamiento, también van a favorecer el que aparezca la depresión y que sea incluso más difícil de solucionar y pueda producirse una recurrencia o tendencia a la cronicidad». Y todavía hay que añadir, como factor de riesgo, el consumo de sustancias y las demás enfermedades, sobre todo las enfermedades crónicas, por el estrés y el sufrimiento que llevan asociado.
La depresión -concluye Montes- es una enfermedad que afecta al cerebro, a determinadas zonas que regulan las emociones y que hace que se manifieste de forma constante una serie de sintomatología duradera y se extienda a otras zonas del cerebro donde va a producir otra serie de transformaciones que van a constituir la depresión: alteraciones vegetativas, de alimentación, del sueño, de la forma de percibir el dolor, del pensamiento, de la forma de pensar, de la tendencia a pensar de forma negativa. Todo ello es lo que constituye la depresión».
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