Por primera vez un estudio conecta la tinta de los tatuajes con un mayor riesgo de sufrir un linfoma, un tipo de cáncer hematológico que en España suma alrededor de 11.000 nuevos casos cada año. El sistema inmunológico responde con una inflamación que aumenta el riesgo de cáncer.

La conexión está hecha, aunque hacen falta más estudios epidemiológicos para hacer saltar las alarmas. Lo explican los propios investigadores en su estudio en el que establecen que tener tatuajes aumenta en un 21% el riesgo de desarrollar un linfoma, un tipo de cáncer hematológico que afecta a las células del sistema inmunitario.

«Las sustancias químicas que se inyectan con el tatuaje -explica Alejandro Martín García-Sancho, vicepresidente del Grupo Español de Linfomas de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia y hematólogo en el Hospital Universitario de Salamanca- pueden provocar una reacción inflamatoria inmediata en la piel, pero luego atraviesan la barrera de la epidermis y llegan al sistema linfático. El sistema inmune lo va a reconocer como algo extraño y puede desencadenar una reacción inflamatoria más generalizada».

Entre las sustancias cancerígenas presentes en la tinta de los tatuajes figuran aminas aromáticas primarias, hidrocarburos aromáticos policlínicos y metales.

El riesgo se concentra en los dos primeros años y luego a partir de los diez
El grupo de investigación, de la Universidad de Lund, en Suecia, analizó casos de linfoma diagnosticados entre 2007 y 2017 en personas de 20 a 60 años en el Registro Nacional de Cáncer de Suecia. Y el resultado es que las personas con tatuajes tuvieron un mayor riesgo de desarrollar un linfoma y ese riesgo era superior en los dos primeros años tras el tatuaje y luego a partir de los once años.

Tras el primer dato, explican los investigadores, estaría la hipótesis de que este grupo de pacientes con mayor riesgo, tendrían previamente alguna alteración que les predispusiera a padecer un linfoma «y la tinta del tatuaje -apunta el doctor Martín- podría desencadenar o acelerar esa predisposición». Tras el segundo, el repunte, pasados los diez años podría deberse, según el estudio, a una alteración celular ligada a las sustancias contenidas en la tinta.

Retirar el tatuaje con láser no reduce el riesgo
Aunque el grupo de investigación partía de la hipótesis de que cuanta mayor cantidad de piel tatuada, los efectos serían peores, los datos no lo confirman. No hay por tanto diferencia entre tener todo el cuerpo tatuado o sólo una pequeña marca. Y tampoco hay efecto beneficioso en la retirada del tatuaje con láser. «El estudio explica que riesgo se mantiene -explica el doctor Martín- porque la tinta ya ha llegado al sistema linfático».

De entre los subtipos de linfomas existentes, los tatuajes parecen ser un factor de riesgo mayor en los linfomas difusos de células B grandes.

Los datos muestran ese vínculo entre tatuajes y riesgo de linfoma, aunque insisten los investigadores en que hacen falta más estudios que confirmen tanto el vínculo como los porcentajes de afectación. «Los resultados necesitan ser verificados e investigados más a fondo en otros estudios y esa investigación está en curso», asegura la directora del Estudio, Christel Nielsen.

En el estudio sueco participaron 11.905 personas de las que 2.938 padecieron linfoma entre los 20 y los 60 años. 289 de ellos (el 21%) tenían algún tatuaje en el cuerpo. Entre quienes no padecieron linfoma, el 18% estaban tatuados.