Antonio Granero, un famoso cocinero de la televisión extremeña, culpa a la administración del rumbo que ha tomado la vida de su hijo, quien, considera «debería llevar encerrado mucho tiempo».

El asesinato de Belén Cortés, una educadora social en Badajoz a manos -presuntamente- de tres menores de 14,15 y 17 años ha abierto el debate sobre la reinserción de los menores que han cometido delitos graves, además de las condiciones en las que se ven obligados a trabajar los asistentes sociales, más aún al conocerse que la víctima había presentado denuncias previas por amenazas.

Dos de los menores detenidos, de 14 y 15 años, cuentan con un amplio historial de amenazas, agresiones, robos y encontronazos con la Policía. Uno de ellos, llegó a cometer 37 delitos en un fin de semana, y el otro, de 14 años, agredió a sus padre en varias ocasiones y acabó rompiéndole la nariz.

Antonio Granero es el padre de uno de los presuntos asesinos de Belén y en una entrevista a El Mundo ha relatado el infierno que ha atravesado los últimos años por el rumbo que ha ido tomando la vida de su hijo.

Granero es un conocido cocinero de la televisión de Extremadura. Durante varios años condujo programas gastronómicos en la televisión autonómica, con un gran éxito de audiencia.

Lejos de su faceta pública, su vida personal ha estado marcada por la tragedia. «Mi hijo se convirtió en una víctima prácticamente desde que nació», comienza relatando.

Culpa al sistema del historial delictivo de su hijo

El padre culpa a la administración del devenir de su hijo. Según él, las (malas) decisiones que han ido tomando las administraciones públicas desde que su hijo era muy pequeño, han truncado su futuro, condenándole a una vida ligada a la delincuencia.

Todo comienza con la separación de la madre de sus hijos. Varias denuncias por violencia machista y las supuestas adiciones de su exmujer, marcaron un divorcio muy complicado que afectó a los niños. «Al margen del mayor (el de 15), tengo otros dos, más pequeños, que están siendo señalados. Son los que más me preocupan porque están sufriendo esta semana la crudeza de la sociedad, cuando ellos no han hecho nada, no tienen nada que ver con esto», confiesa el padre.

En un principio, la madre se quedó con la custodia de los niños. Hasta hace seis años, cuando pasó a tenerla el padre. Granero critica que la justicia le obligase a pagarle «una gran cantidad de dinero» cada mes (entre 1.800 y 2.000 euros). Un dinero, que según él, no gastaba en comida para los tres niños, «sino en otras cosas».

El padre lamenta que esto fuera el principio del fin para su hijo. «El Gobierno, en vez de poner medidas para atajar este problema, lo incrementa y mete dinero en casa de una persona que consume para que encima los niños tengan la posibilidad cercana de caer también en este problema. Así que, si antes consumía 10, ahora con ese dinero que le daban pasa a consumir 100″, critica.

Antonio asegura conocer quiénes son las personas que tomaron esas decisiones administrativas en cada etapa vital de su hijo, «los que le movieron de un lado para otro», y dice que señalará a los culpables ante un juez «a su debido tiempo».

Un comportamiento «irreversible»

Cuando Antonio obtiene la custodia de sus hijos, después de que la madre fuera acusada de malos tratos, comienza un auténtico calvario para él. El comportamiento inestable de su hijo ya era irreversible y cualquier intento de reconducirle fue en vano.

«Mi hijo no iba en esa época al colegio, su madre se desentendía, perdía cursos enteros y en un año podía perder tranquilamente 700 horas de asistencia a clase, y eso lo sabía todo el mundo, está registrado, lo sabía la Administración, lo sabían los profesores, los directores… Pero nadie hacía nada, año tras año, salvo, tengo que decirlo, el Colegio San José de Villafranca, que sí ayudó, y eso quiero aclararlo», explica el padre en ‘El Mundo’.

Los actos delictivos del menor le llevaron a pisos de acogida y centros tutelados de menores. Le mandaron a Badajoz y a Mérida, donde intentaron su reinserción educativa, pero sin continuidad. El menor no tenía ningún tipo de estabilidad.

«Por eso reitero es un proceso largo en el tiempo, que algunos responsables marcan las normas y que no tiene explicación porque incrementan el problema», reitera Granero.

Esta espiral de violencia, rencor y desarraigo acaba desembocando en tragedia: «El enorme daño que se ha hecho, la muerte de la educadora, eso ya no se puede reparar, pero a ver si sirve para que no se vuelva a repetir», reivindica el padre.

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