El contacto físico estrecho, aunque tan solo sea de entre cinco y diez segundos, es capaz de mejorar nuestro estado de ánimo y mejorar el funcionamiento de nuestro cuerpo.
Diversos estudios neurocientíficos que analizan los efectos del estrés prolongado en el ser humano han demostrado que los abrazos son una potente herramienta no solo para reducirlo, sino también para mejorar nuestro bienestar físico y mental. De hecho, la comunidad científica afirma que el aislamiento y la falta de contacto social aumentan en un 30 % el riesgo de mortalidad de las personas.
Esta conclusión no es de extrañar, puesto que como decía el filósofo griego Aristóteles: «El ser humano es un ser social por naturaleza». Es decir, necesita de los demás para sentirse pleno y es que un simple abrazo de entre cinco y diez segundos de duración puede no solo mejorar nuestro estado de ánimo, sino también mejorar el funcionamiento de nuestro cuerpo. Esto se debe a que nuestras emociones, aunque su duración sea limitada, están ligadas de forma muy estrecha a nuestra salud física.
¿Qué dice la neurociencia sobre los abrazos?
Según dichos estudios, un abrazo reduce la producción de cortisol en el cerebro, permitiendo así la liberación de oxitocina y serotonina, neurotransmisores conocidos como hormonas de la felicidad. Asimismo, disminuye la presión arterial, estabiliza la frecuencia cardiaca y fortalece el sistema inmunológico.
Aparición de canas y afección al sistema digestivo, los síntomas del estrés prolongado
Por otra parte, cabe preguntarse qué efectos puede tener el estrés prolongado sobre nuestro cuerpo. Según la neurociencia, algunos de sus síntomas podrían ser la aparición de canas, debido al proceso que se desencadena en nuestro sistema nervioso simpático, el cual deja a los folículos sin melanocitos. De igual forma, otro de los sistemas del ser humano que se ve afectado por la prevalencia del estrés es el digestivo, esto se debe a la estrecha relación que mantienen el cerebro y el intestino.
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