La Catedral de Badajoz se quedó pequeña esta mañana para acoger a los cientos de fieles que quisieron participar en la ordenación diaconal de dos jóvenes de nuestra archidiócesis: Carlos Rodríguez, de Fuentes de León, y Alejandro Campos, de Llerena.

Ambos recibían este sacramento de manos del Arzobispo, don José Rodríguez Carballo, que estuvo acompañado por el Arzobispo emérito, don Celso Morga y decenas de sacerdotes de toda la archidiócesis.

El orden del diaconado precede al de sacerdote y su función es la del servicio.

En su homilía don José agradeció a don Celso su presencia y lo animó a venir siempre que quiera, al mismo tiempo que le agradecía la siembra de estas vocaciones que ahora él recogía.

Don José les pidió a los nuevos diáconos que  confíen en Dios, que nunca los defraudará, y cultiven su amistad con Él a través de la oración y la liturgia. “No entráis en una casa de élite –les dijo- sino en una asamblea que tiene poder el que sirve”.

Les dijo que su vida debe tener dos objetivos: el Evangelio y los más vulnerables. “Os envío –continuó- a las periferias marcadas por la pobreza y también allí donde hace falta la luz del Evangelio”.

El Arzobispo terminó sus palabras pidiendo a los numerosisimos jóvenes presentes en la celebración que se pregunten para quién son, a quién pertenecen. “No tengáis miedo, el Señor nos repite: te basta mi gracia. El Señor sigue confiando en vosotros, no lo defraudéis”. Finalizó la homilía pidiendo a todos que recemos por las vocaciones sacerdotales.

Rito de la ordenación

La ordenación propiamente dicha es muy rica y simbólica. Antes de iniciarse, los aspirantes a recibir el orden eran presentados al Arzobispo, que pregunta si son dignos, a lo que el rector del Seminario, que los presenta, contestaba: “Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados dignos”.

Posteriormente don José iniciaba su homilía, tras la cual se procede a la ordenación con una serie de preguntas con el fin de que los ordenandos manifiesten ante la asamblea su voluntad de recibir este ministerio y prometían fidelidad al Obispo y a sus sucesores.

Seguidamente todos los presentes se ponían de rodillas y los ordenandos se postraban en el suelo mientras el coro y el pueblo entonaba las letanías de los santos. Tras ello era el momento de la imposición de manos y la plegaria de ordenación. Finalizada, los nuevos diáconos eran revestidos con la estola cruzada y la dalmática.

Finalmente Carlos y Alejandro, ya con sus vestiduras diaconales, se acercaban al Arzobispo, quien entrega a cada uno, arrodillado ante él, el libro de los Evangelios y les daba un abrazo de paz, tras lo cual proseguía la misa.

Primeras palabras de los diáconos

Finalizada la Eucaristía los ya nuevos diáconos tuvieron palabras de agradecimiento para sus familias, formadores, compañeros seminaristas, sacerdotes que han influido en su vida y comunidades por las que han pasado haciendo experiencias pastorales.

Don José anunciaba que hasta que sean ordenados sacerdotes continuarán trabajando en las comunidades en las que han realizado su experiencia pastoral, Alejandro en la parroquia de San Andrés de Badajoz y la Catedral y Carlos en Fuente del Maestre.

Nos gustaría que esta nueva etapa sea para Dios y, desde Él, para los demás

Antes de la ordenación, Alejandro y Carlos hablaban para la revista diocesana Iglesia en camino.

¿Qué supone el orden del diaconado?, ¿qué labor se os encomienda?

Alejandro. Desde la iglesia primitiva, la labor del diácono ha sido la atención en las mesas, que viene siendo la atención a los necesitados. Es verdad que durante la historia se ha ido pensando la teología del diaconado y ahora está muy vinculada al servicio y la atención al Obispo, sobre todo en la celebración litúrgica.

También por la realidad pastoral de nuestra diócesis, colaboraremos estrechamente con los párrocos de las comunidades a las que nos destinan, Carlos en Fuente del Maestre, y yo aquí en Badajoz, en la parroquia de San Andrés, y también, como comentaba, por esa relación de servicio y de cercanía y atención al Obispo, para las celebraciones más importantes, toda la cuaresma, la Semana Santa, la pasaré ahí, con esa estrecha relación con la atención al Obispo y la atención a la liturgia de la Catedral.

¿Qué se siente ahora que vais a alcanzar aquello para lo que os habéis preparado durante muchos años?

Alejandro. Bueno, pues al final es algo que llevas imaginándote un montón de años, pero que no tiene nada que ver con lo que te has imaginado. Al final están los nervios, están las ganas de que todo salga bien, están los ejercicios espirituales que hemos hecho hace un par de semanas… Confiando en que lo importante va a salir bien. Lo demás podrá salir mejor, podrá salir peor, pero lo importante es lo que de verdad nos hace diáconos.

 ¿Qué cosas pasan por vuestra cabeza los días previos a la ordenación?

Carlos. Lo que hemos soñado siempre está ahí, a punto de hacerse realidad. Eso acarrea cierto miedo por la responsabilidad, porque cuando uno es niño lo vive como niño, lo vive con esa ilusión y ahora ya uno lo vive con mucha ilusión pero viendo también que ello conlleva responsabilidades. Hay cantidad de personas que también está viviendo junto con nosotros este acontecimiento, que no es algo nuestro solamente, hay familias, amigos y un montón de gente que reza por nosotros. Y eso a uno lo motiva. La Iglesia nos necesita, la Iglesia quiere que estemos ahí.

¿Cuál ha sido vuestra experiencia en ese tiempo de pastoral en las parroquias?

Carlos. Llevamos desde que comenzó el curso. En septiembre nos dieron los destinos de pastoral a cada uno, nos llamó el Obispo, todavía seguíamos en Salamanca terminando la carrera y nos llamó don José para comunicarnos que yo iba a Fuente del Maestre y Alejandro a Badajoz. Desde octubre hasta finales de año íbamos y veníamos desde Salamanca, pero luego, ya a partir de enero, nos establecimos a vivir la vida de la parroquia cada uno en su lugar.

Desde mi experiencia en este tiempo en La Fuente, me he insertado mucho con el grupo de jóvenes, que es un grupo muy bueno, muy potente. Ahora también estoy visitando enfermos, intento ir conociendo todas las realidades de la parroquia, ya que es un pueblo con una vida cristina muy importante, muy activa pastoralmente hablando. Ahí estoy, acompañando en todo lo que puedo, sobre todo para aprender.

¿Y tú, Alejandro?

Alejandro. Yo también llegué a la parroquia de San Andrés en octubre. Es una parroquia del centro de Badajoz y estoy muy ilusionado y muy contento, participando de la pastoral de la parroquia, con un catecumenado que llevamos tanto don Andrés como yo, de adultos. Los viernes tenemos varios catecumenados para niños, pero sobre todo, lo rico y potente de la parroquia de San Andrés es la actividad caritativa que realizan, con proyectos muy interesantes.

Tú por ejemplo, Alejandro, estabas el pasado fin de semana en un retiro para jóvenes con 100 jóvenes de todos los lados. ¿Cómo veis ese binomio jóvenes-Iglesia?

Alejandro. Pienso que los jóvenes en la iglesia ya están siendo presente. A veces se nos dice que hay que cuidar a los jóvenes porque son el futuro. No, hay que cuidar a los jóvenes porque son presente y porque son una realidad que ya tenemos en nuestra iglesia. Ahora están naciendo nuevos movimientos de primer anuncio, como por ejemplo Effetá, que es en el retiro que yo he estado sirviendo este último fin de semana, y movimiento del que participo y del que disfruto.

El Señor sale al encuentro y cambia la vida, y hay tantas heridas en este mundo, los jóvenes están tan heridos, necesitan tanto del Señor… Creo que son realidades que tenemos que acompañar, potenciar y ayudar. Tenemos que descubrir que Cristo sigue llamando también ahí, en medio de este mundo que está tan herido y con tanta necesidad de Dios.

Los dos sois de pueblo y tú Carlos estás haciendo tu experiencia pastoral en un entorno rural. ¿Os gusta la pastoral rural, ahora que tanto de habla del vaciamiento de los pueblos?

Carlos. Me gusta mucho la pastoral rural. La pastoral en un pueblo ayuda a estar más unidos. Yo, por ejemplo, en mi pueblo, en Fuentes de León, hablo con la gente del campo, me gusta interesarme por cómo va el ritmo agrícola, y eso es preocuparse por la vida de las personas. La pastoral se hace hacia dentro de la iglesia, digámoslo así, pero también en esa preocupación por aquellas personas que te son encomendadas, ¿no?, compartiendo vida con la gente que pertenece a tu parroquia, tenga más o menos práctica religiosa.

¿Cómo os gustaría que fuera esta nueva etapa que se abre?

Alejandro. Que sea una etapa de Dios, una etapa en la que el hacer no quite tiempo al estar y no quite tiempo al estar en la presencia del Señor. Creo que nuestra generación puede tener la tentación, y yo me incluyo y me confieso aquí públicamente, que a veces son tantas cosas las que tenemos que hacer que se nos olvida lo importante.

Si algo le estoy pidiendo al Señor estos días es que cuando me ordene diácono, cuando llegue la normalidad, incluso cuando ya sea sacerdote, que lo primero sea Él y todo lo demás en función de mi relación con Él. Porque al final estaremos con los jóvenes muy bien, saldremos con los jóvenes, atenderemos estupendamente el despacho de la parroquia, seremos simpáticos, pero no estaremos dando testimonio de quién tenemos que estar dando testimonio. No podemos dar algo que no tengamos. Yo lo que espero es que mi relación con el Señor se mantenga fortalecida, porque a medida de que esto sea así, mi relación con los demás, mi atención a los demás, será mucho mejor.

Carlos. Se me venía ahora a la mente algo que había escuchado y que me encanta. En uno de los momentos de la ordenación nos postramos en el suelo y se cantan las letanías.

Yo quiero vivir mi ministerio como diácono haciéndome suelo, es decir, haciéndome suelo que la gente pase por encima de alguna manera en el sentido de poderlas acercar más a Dios, ser un puente. Pero no solamente que por mí puedan llegar a Dios, que también esas personas me ayuden a mí a acercarme a Dios.

Pretendo que mi ministerio sea un ministerio compartido con la gente, compartido con todo el mundo. Y como decía Alejandro, que ese servicio y entrega emane de Cristo, del Sagrario, porque es lo que tenemos que llevar a la vida.