Chema González Ordóñez responde al perfil de emprendedor fontanés. Le viene de cuna. Inquieto, creativo y visionario, lleva desde muy joven dedicándose a los negocios en el sector de la hostelería y la decoración, que es otra de sus grandes pasiones junto al arte contemporáneo.

 

Como tantas personas de su generación, desde bien joven se buscó la vida y formó parte de esa cultura de explosión de libertades de la post – Transición ; en la que “lo normal” era consumir alcohol , tabaco y sustancias tóxicas como parte de liturgias sociales para relacionarse y disfrutar la vida con una intensidad y una desinhibición que, años antes, les había sido vedada.

 

Con el paso de los años, Chema es consciente de que ahí estaba la semilla que le llevaría a enfermar de adicciones, a pasar por un infierno al que le cuesta poner adjetivos y a , una vez tocado fondo, tomar la decisión valiente y honesta de pedir ayuda profesional. Tras pasar por una comunidad terapéutica, ha querido contar su experiencia en la emisora de su pueblo, Fuente del Maestre.

 

Durante este proceso de curación aún no cerrado del todo, Chema ha descubierto a autores y libros como “Yo, Adicto” de Javier Ginés (Ed. Paidós, 2021), que han supuesto una verdadera revelación: “ Para mí, la lectura de este libro ha sido muy importante a la vez que dura. Me sentía identificado con todo lo que relataba el autor, al que estoy muy agradecido. Aconsejo su lectura a quienes tengan problemas de adicción, o sufran maltrato, porque a pesar de su crudeza, es esperanzador. Porque el autor sale de este infierno , como yo lo he hecho, porque de esto se sale.”

 

Como Ginés, Chema afirma que “la adicción es una enfermedad como otra cualquiera”, y que “es necesario quitar tabúes y etiquetas sociales negativas : Yo bebía, fumaba, estaba en un contexto social que propiciaba el que yo me fuera enganchando… He pagado una factura importante. Pero no era, no somos conscientes. Nadie, conscientemente, se mete en un infierno que no deseas a nadie. Un infierno de miedo, de desgarro, de soledad… Nadie elige pasar por todo esto…

 

Últimamente leo y reflexiono mucho sobre esto, tenemos que pensar que existen adicciones legales e ilegales. Que nadie escapa de ser adicto o adicta a algo. Que lo peligroso de las legales es que están socialmente normalizadas: el alcohol, el tabaquismo, las compras compulsivas, las ludopatías… Estamos en una sociedad que te pide ser productivo constantemente y también hay mucha gente adicta al trabajo. Tras estas adiciones hay mucho vacío, somos una sociedad enferma.”

 

Una enfermedad, la de las adicciones, que suele ir de la mano con problemas de salud mental. Es lo que el experto en adicciones y terapeuta de Chema, Luis Aretio, denomina “patología dual”: “Claro que normalmente van de la mano. Es normal que una persona que tenga un trastorno de personalidad acabe consumiendo, de igual forma que una persona que consuma con frecuencia termine desarrollando un trastorno de personalidad. Es importante un abordaje sistémico del problema, en el que la familia es un pilar fundamental.

 

Por favor, dejemos de juzgar de forma superficial a las personas con adicciones. En estos casos suele haber mucho dolor, vacío y una huida constante de realidades duras que, si se desconocen, no se pueden frivolizar.

 

Lo más importante es encontrar la voluntad, la ilusión incluso como es el caso de Chema, de querer curarse, de ponerle ganas aunque sea un proceso difícil. Me parece valiente además el querer compartir la experiencia para que sirva de ayuda a otras personas, eso es generosidad.”

 

Chema G. relata su historia: “Sé dónde están los orígenes de todo. Sé que hace 18 o 20 años ya me di cuenta de que tenía un grave problema, pero estaba metido en una espiral de negocios y negocios que no me permitía parar. Fui al Cedex y a psicólogos, y conseguir estar un año y medio sin consumir nada. Pero recaí, seguía en esa espiral que me iba autodestruyendo… Ahora tengo muy claro que es preferible frenar, aunque tengas que pedir para comer, que seguir atrapado en una espiral de negocios, dinero y consumo que te va a llevar al infierno.”

 

El punto de inflexión fue la pandemia: “La pandemia me arruinó por completo. Iba a abrir el 16 de marzo una tienda en Badajoz en la que había invertido más de 70.000 euros, y van y nos confinan. Estuve dos días en estado de shock. Con la fortaleza que me quedaba me vine al pueblo, intenté remontar un negocio pero yo ya estaba muy mal, y lo sabía, era algo que venía de atrás. Me caí con todo el equipo, y seguía consumiendo.

 

Mi sensación de tocar fondo fue como si me cogieran por los pies y me tiraran hacia abajo. Me convertí en un cacho de carne, yo no era nada.  No podía moverme del sofá, tenía miedo de salir a la calle, me abandoné por completo. Un horror.”

 

“Si no hubiera sido por la ayuda de mi familia y de buenos amigos, no sé qué hubiera sido de mí. En ese sentido, he sido muy afortunado. Contacté con Luis Aretio que es un profesional maravilloso, que fue el que empezó a escucharme, a darme pautas y me aconsejó que ingresara en una comunidad terapéutica. Mi paso por esta fue un proceso lleno de dolor, pero nunca me he rendido y pienso seguir hasta mi total curación.

 

No tengo suficientes palabras de agradecimiento para Luis, a él le debo seguir vivo.”

 

Hay una palabra que González Ordóñez repite en su relato y en sus escritos personales: humildad. “Es lo más valioso que podemos tener las personas, la virtud por la que toda vida tiene el mismo grado de dignidad. Hay que trabajar desde ahí todos los días.

 

Y ser críticos son la sociedad que nos ha tocado vivir: “La generación Z, esos nativos digitales que pueden pasarse más de 15 horas frente a una pantalla… Los expertos alertan de las consecuencias: adicción a las nuevas tecnologías, a las apuestas, a padecer estrés y ansiedad, a desarrollar problemas de salud mental… Gente que desarrolla el Síndrome del Hikokimori, o lo que es lo mismo, las terribles consecuencias físicas y psíquicas de un aislamiento social prolongado. Me preocupan los niños, que los padres los metan en este consumismo vacío y lleno de enemigos invisibles…”

 

Por último, Chema González habla de un proyecto que le ronda por la cabeza para cuando cuando esté completamente sanado: “Es un proyecto que une naturaleza con mi faceta más artística. Realizar esculturas, trabajar con la cerámica y con otros materiales… Crear arte que, como bien dice Luis, sirve para canalizar de forma positiva el dolor. “