Las ruinas romanas de la ciudad de Cáparra (Cáceres) abrieron anoche su ciclo teatral estival con «El aroma de Roma», un musical original, divertido e incluso gamberro enmarcado en un trabajo coral con mimbres de la bufa clásica y de los musicales de Broadway.

Música, canciones, enredos, dimes y diretes se fusionan en un espectáculo de dos horas y media de duración con el que se intenta dar respuesta a una pregunta: ¿qué hace un bailarín en una escuela de gladiadores y, sin pretenderlo, verse envuelto en una conspiración contra Nerón?

Bajo la dirección del mago y músico Woody Aragón y con Fernando y Santiago Lancha al frente de las letras y del libreto, respectivamente, este musical, original de nacimiento y de planteamiento, tiene brío, es vivo en los cambios constantes de escenografía, las 19 canciones incluidas son pegadizas y los toques de humor gamberro impregnan el relato.

Cayo (Leo Rivera) es un bailarín con mucho talento aunque sin suerte en la vida que, tras ser condenado a muerte por Nerón (Jaime Figueroa) por colarse en una de sus famosas bacanales, consigue salvarse y busca su sueño, que no es otro que formar parte de la compañía más importante de danza del Imperio.

Sin embargo, lo confunden y se confunde y, en vez de entrar a la casa de los «saltator», acaba en la escuela de gladiadores del senador Pisón (Agustín Jiménez), quien, además, conspira contra Nerón con la ayuda de la mujer de éste (Popea Sabina), papel que interpreta Lorena Calero.

A través de las canciones y del diálogo, el musical nos enseña las dos caras, visiones y realidades que tiene la vida, ya sea en el Imperio romano o en el día a día de este siglo XXI.

«El aroma de esta ciudad va anulando tu voluntad. Ciudad feroz, urbe cruel y atroz», canta Figueroa, quien interpreta a un Nerón al que la ciudad le quema y es sabedor de que el populacho y los senadores se ríen de él.

«Los senadores me generan ardores», afirma al compás de la música. Además, y para colmo, está empeñado en ser un cantante «superstar» y hacer una gira.

La otra cara del «denario argemtum» son los esclavos. «Si no eres patricio, es un suplicio», cantan a la vez que bailan. Para los gladiadores, «es un milagro llegar a la vejez».

Woody, autor también de la música de la obra, introduce un amplio registro de estilos musicales, desde el rock, el pop y el cabaret pasando por el reggae y el tango, entre otros estilos, a la vez que los hermanos Lancha reparten pildoritas sueltas que permiten al espectador acordarse de Michael Jackson o de Siniestro Total, entre otras muchas.

Hasta 14 actores y actrices están en el escenario, un número al que hay que sumar los ocho figurantes.

En definitiva, humor, música, equívocos y frescura para un musical original que no es ninguna adaptación de otro, todo ello con una escenografía muy particular de la mano de David Pizarro.

El 69º Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida continuará este viernes, 11 de agosto, en Cáparra con el montaje «La tumba de Antígona», de María Zambrano, en versión de Nieves Rodríguez y Cristina Silveira.

El reparto está formado por Ana García, Cristina Pérez Bermejo, Lara Martorán, Camilo Maqueda, Mamen Godoy, Tania Garrido, Jorge Barrantes, Fermín Núñez, Iván Luis y Francisco García, con Aolani Shirin al violín.

Se trata de una coproducción de Festival de Mérida y Karlik Danza-Teatro. EFE