Cada día se hacen en España más de 6000 transfusiones de sangre. Cada tres segundos alguien necesita sangre. Con una donación se salvan hasta tres vidas. La sangre no se fabrica y sólo puede almacenarse durante 42 días. Es un producto imprescindible en los hospitales.

Esta es la historia de la línea invisible que une a los donantes de sangre con aquellos a quienes una transfusión salva la vida. Es la historia de una mañana en el Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, compartida con todos los protagonistas que conectan principio y fin de este camino. Es la historia que se repite cada día en España más de 3.000 veces, tantas como donantes. Y que vuelve a repetirse 5.000 veces cada día, tantas como transfusiones. Es una historia de vida, el camino de la sangre.

En esta historia los protagonistas son Eva, donante primeriza que se anima a regalar su sangre porque recibió una transfusión al dar a luz, pero también Lucy, que la recibe en el centro de donación del Hospital Gregorio Marañón y le da las primeras instrucciones a la futura donante.

Es protagonista Ginés, donante habitual, al que encontramos «metido en faena» en la sala de donación, de Vicente, que tranquiliza a los voluntarios: «se extrae sólo una bolsa, 450 centímetros cúbicos» y de Carmen, supervisora de la Unidad de donación de sangre del hospital, que nos cuenta los requisitos para ser donante: «ser mayor de edad pesa más de 50 kilos y no tener ninguna enfermedad importante o tomar medicación que lo impida».

Son también protagonistas Javier Anguita, hematólogo y responsable del banco de sangre, Pedro, hematólogo también y de Sara, que llegó justo a sacar una unidad de sangre para transfundir a un bebé.

Esta es además la historia de Ana, una de las supervisoras de los quirófanos del hospital, uno de los destinos de la sangre donada una vez vuelve del centro de transfusión. Y de Marta, supervisora del hospital de día de Oncohematología, otro de los finales del camino de la sangre.

Y por supuesto son protagonistas de esta historia Rosa y Elvira. Rosa, paciente de leucemia, con un trasplante de médula a cuestas. Elvira con leucemia mieloide aguda y hospitalizada en la planta de oncohematología. Ambas receptoras de una transfusión, final del camino de la sangre. Emocionada cuenta Elvira que cuando recibe la sangre se emociona «porque de estar muy decaída pasas a estar fenomenal. Y eso es gracias a la gente que puede ayudarnos para poder seguir viviendo».

Pues eso, por ellos. Dona.

 

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