Se llama Explorer, aunque cada uno de los niños que lo han probado lo han bautizado a su manera: Atlas, exocole, marxito… Es un prototipo -todavía espera la certificación europea- que demuestra cómo la tecnología puede mejorar la vida de las personas. Que se lo digan a Jorge o a Minerva.
Se le ilumina la cara a Roli, la madre de Minerva, viendo a su niña andar por primera vez. «No tenía control del tronco ni de la cabeza -explica- no movía las piernas, no alargaba los brazos. En 32 sesiones, en apenas cuatro meses, Minerva se sube en un taburete para lavarse los dientes, se viene al supermercado y me alcanza las manzanas. Hace cosas que antes no podía. Sonríe, se relaciona con su entorno. Y está comodísima con el exoesqueleto, aunque parezca tan robusto. Cuando se lo pusieron en el hospital les dijo a los rehabilitadores: adiós, que me voy«.
Se ponen el exoesqueleto y empiezan a jugar
Explorer permite eso, reafirma su creadora, Elena García Armada, CEO de Marsi Bionics, la empresa ligada al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que ha dado vida al prototipo. «Es la mejor muestra de cómo la tecnología ayuda a cambiar la vida de las personas». «Y en el caso de los niños -añade- es magia, al ponerse de pie, el mundo le cambia y lo primero que hacen es querer jugar. Después lo intentan con las actividades de la vida diaria como lavarse las manos. Es una herramienta que les permite explorar el mundo y terminan percibiendo el exoesqueleto como algo propio».
Este no es el primer exoesqueleto presentado por el CSIC, ya se utiliza en rehabilitación hospitalaria un diseño de aluminio y titanio. Explorer es una evolución «que nace de las peticiones de las familias», apunta la investigadora. Es un robot con músculos artificiales que complementa la fuerza del niño para posicionar la marcha y «es robusto -explica- porque tiene que usarse en un entorno no controlado, por eso tiene ese aspecto de todoterreno, porque tiene que salir de un suelo llano de hospital y caminar por sitios irregulares». Está concebido para que los pequeños pacientes lo puedan usar en casa, en el colegio, en definitiva, en su vida diaria.
Diseñado para que crezca con el niño
El exoesqueleto personal cuenta con cuatro motores y tiene un novedoso asiento automático que permite transformarlo en una silla de descanso integrada, como también aumentar o disminuir la altura. Está diseñado para que evolucione con el propio crecimiento del niño, abarcando un rango de edad desde los 2 a los 17 años. Está pendiente de la certificación europea y una vez comience la comercialización, se estima un coste de unos 50.000 euros (sin tener en cuenta posibles ayudas o subvenciones).
La utilización de estos aparatos permite mejorar, no sólo la rehabilitación de los niños con atrofia muscular o parálisis cerebral. Influye en su concepto de vida. «Es un cambio de paradigma -apunta Elena García Armada- ya no hablamos de discapacidad sino de aportar las capacidades que les faltan para desarrollar sus actividades con normalidad».
El regalo de cumpleaños de Jorge
Le ha cambiado la vida a Jorge, «que insistía todos los días en el hospital -cuenta la investigadora- en que quería llevarlo a casa. Se lo entregamos el día de su cumpleaños y pudo entrar en su clase andando. Y entró presumiendo, cuando todos sus compañeros le rodearon y empezó a contarles y estaba orgulloso de enseñarlo. Fijaros si cambia el concepto de discapacidad«.
Para el desarrollo de Explorer han trabajado casi 30 investigadores de cuatro hospitales públicos madrileños (Hospital Universitario La Paz, Hospital Universitario 12 de Octubre, Hospital Infantil Universitario Niño Jesús y Hospital General Universitario Gregorio Marañón). Ha contado con el apoyo del Ministerio de Ciencia a través del PERTE para la Salud de Vanguardia y por supuesto han participado en su desarrollo tanto el CSIC como los ingenieros de Marsi Bionics y las familias de los niños.
ondacero.es