(EFE).- A pesar de su leyenda “negra y exagerada”, la Inquisición española fue una institución muy garante y escrupulosa con el Derecho establecido. Fue más benigna que los tribunales regios y las condiciones de sus cárceles eran mejores que las “del Estado” en cuanto a salubridad y alimentación.
La Inquisición fue más benigna que los tribunales laicos.
De hecho, ante ciertos comportamientos heterodoxos que no se sabía si caían dentro de la jurisdicción inquisitorial o en la laica, “los reos o los denunciados preferían ser juzgados por la Inquisición”. Así lo ha explicado a EFE el académico y doctor universitario Sixto Sánchez-Lauro, con motivo de las III Jornadas sobre el Tribunal inquisitorial de Llerena (Badajoz).
Sin querer blanquear lo que supuso el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición española, Sánchez-Lauro apunta que ante ciertos comportamientos heterodoxos que no se sabía si caían dentro de la jurisdicción inquisitorial o en la jurisdicción laica, “los reos o los denunciados preferían ser juzgados por la Inquisición”.
Historia
En este sentido, ha explicado que la Inquisición fue creada por el papado en el siglo XIII para reprimir focos de herejía surgidos en Europa como es el caso de los cátaros o albigenses. Es lo que se conoce como Inquisición Pontificia o medieval, la cual ejerce su labor hasta el siglo XV y, en territorio peninsular, sólo en la Corona de Aragón.
En su defensa de la pureza de la fe, la Inquisición española, creada por una bula de 1 de noviembre de 1478, reprime a los judíos que se han convertido falsamente al cristianismo, los denominados falsos conversos, que mantienen los ritos hebreos y sus tradiciones.
De hecho, la Inquisición “solo actuó con respecto a los judíos conversos que no mantenían la ortodoxia católica, pero no contra los que se mantenían fieles al judaísmo”.
La Inquisición española pasa a tener un componente monárquico (político). “Es un Inquisición híbrida” bajo el control de la Suprema, su máximo órgano de gobierno, lo que generó tensiones entre la Monarquía y el Papado.
Con la división de los territorios en distritos, en cada uno de ellos se sitúa un tribunal inquisitorial. En el caso de Extremadura, en Llerena, donde ejerció su actividad hasta 1834.
Leyenda
Sánchez-Lauro considera que hay “mucha leyenda negra y, en muchos casos, muy exagerada”, como también sucede con la presencia de los españoles en América, lo que ha configurado “una visión de la Inquisición mucho más macabra de lo que realmente fue”.
De hecho, según ha expuesto a EFE, un muy escaso número de personas juzgadas por la Inquisición española “terminaron en la hoguera”, pues el requisito para fijar esta pena capital era que la persona acusada de herejía se mantuviera firme como autor de los hechos o incurriera en reincidencia en materia grave.
La pena más frecuente era de carácter pecuniario. El Tribunal confiscaba todos los bienes al acusado y éste quedaba en una situación económica “muy desgraciada”, la cual afectaba a toda su familia.
La pena de cárcel fue muy frecuente. Aunque en numerosos casos se condenaba a “cárcel perpetua irremisible”, en muchas otras ocasiones la reclusión no llegaba más allá de los 5 o 6 años. Además, las condiciones de las cárceles inquisitoriales eran verdaderamente más benignas que las “del Estado” en cuanto a salubridad y alimentación. La Inquisición fue más benigna que los tribunales laicos
Penas
También estaban las penas infamantes para quienes caían en herejía, como el famoso sambenito, una especia de túnica con forma de poncho que el condenado debía llevar de forma permanente y en la que, en forma de signos, dibujos (por ejemplo, llamas) indicaban el delito cometido por quien lo portaba.
Concluida la pena, el sambenito era colgado en lo alto de las iglesias para marcar de forma perpetua al juzgado e, incluso, a su familia.
“Quiero aclarar que la Inquisición como tal no quemaba a nadie, no mataba a nadie”. En el marco de su relación con el poder público, la Inquisición imponía la pena, pero eran los tribunales del poder civil los que aplicaban la pena capital de la quema en la hoguera.
Lo que sí utilizaba era el “tormento”, pero no como tortura en su palabra más rígida y como pena, sino como medio de prueba, de averiguar la verdad de los hechos.
Era una manera de violentar a una persona corporalmente, explica Sánchez-Lauro, para establecer la verdad de los hechos de los que se acusaba al denunciado.
El conocido como “potro de tortura” sí existió, pero no la rueda de desmembramiento, ni elementos con púas ni nada por el estilo.
Los museos
Por tanto, ¿qué muestran los denominados museos de la Inquisición ubicados para reclamo turístico en numerosas ciudades?.
“A veces no tienen ningún fundamento, es fruto de la imaginación. Lamentablemente debo decir que he visitado algunos de esos museos y lo que hay es absolutamente falso”, ha manifestado el académico.
La Inquisición, que corresponde a otra época y que resulta inaceptable visto desde la actualidad, “reprimía el pensamiento. Eso es terrible, pero no podemos decir que la Inquisición se comía a los niños fritos”.