(EFE).- A quienes sufrieron la riada ocurrida en Badajoz hace hoy 27 años, en la que murieron veinticinco personas, se les saltan las lágrimas de dolor al ver la tragedia de Valencia, pues revivir lo ocurrido en 1997, “cuando no había redes sociales para recibir avisos, es “volver a sufrir”.
Para la memoria de miles de pacenses, incluso para el devenir de sus propias vidas en múltiples casos, la riada que aconteció en Badajoz en noviembre de 1997 marcó un antes y un después, una herida aún no cicatrizada por el recuerdo todavía vivo en muchas personas, por las vidas perdidas, por las casas afectadas y por los distintos espacios urbanos que aún quedan por regenerar.
La trágica madrugada
En esta próxima madrugada, la del 5 al 6 de noviembre, se cumplen 27 años de la riada de Badajoz y, más concretamente, en el barrio de Cerro de Reyes, donde centenares de familias perdieron sus hogares como consecuencia del desbordamiento de los arroyos Rivillas y Calamón, cuyos cauces están muy próximos al barrio.
Aunque la lluvia ya hizo acto de presencia una día antes, la noche siguiente abrió las puertas a 125 litros por metro cuadrado.
Poco se hablaba entonces de lo que era una ciclogénesis explosiva, pero sí se exclamaba al cielo que “parara de una vez”, tal como han relatado numerosos vecinos que en aquellas horas vieron cómo el agua se llevaba vidas, anegaba anhelos y asolaba calles, viviendas, coches y puentes.
“Aun siendo muy trágico lo que nos ocurrió, la riada de Badajoz “no fue tan grande” como la acontecida en Valencia, reconoce Isabel García, una de las personas afectadas por aquella “lluvia que no acababa”. No obstante, asevera que no podrá olvidar nunca como “una enorme ola” se llevó la vida de dos o tres vecinos de su calle.
Félix Marín, que reparte pan junto a su hijo -precisamente tiene ahora 27 años-, rememora cómo ayudó a muchos de sus vecinos a que salieran de sus casas. “Veo la tragedia y el desamparo de las calles de los pueblos de Valencia -afirma con la voz entrecortada- que son un reflejo de lo nuestro”.
Testimonios
Esa noche, Francisco José Guzmán, padre de un bebé, veía por la tele un partido de Copa del Rey del Real Madrid, mientras que Manoli Madroño, por aquel entonces una niña, recuerda cómo le impactó un documental sobre la riada de Biescas (acontecida un año antes) que emitía la televisión “ese mismo día o el anterior, no lo recuerdo ya muy bien”.
En ambos casos, y mientras veían la tele, no podían dejar de pensar en que no les gustaba nada la lluvia que arreciaba ese día en Badajoz, como tampoco a Carmen González, otra de las afectadas: “se veía que la noche venía rara, que no iba a ser una madrugada normal”.
“Todo esto era una calle”, señala Marín hacia un parque donde antes había casas, hogares “contra los que el agua chocaba de forma violenta”. El agua entraba en salones y dormitorios.
“Un golpe de agua se llevó a dos personas mayores y a un niño” relata como testigo de aquella tragedia.
A José Flores se le saltan las lágrimas al ver lo acontecido en Valencia. “Imágenes muy similares, con el agua hasta las azoteas de las casas y con ciudadanos puerta por puerta avisando a todos sus vecinos”, narra como si lo ocurrido hubiera tenido lugar hace unas horas.
Este sentimiento de proximidad hacia las víctimas de la dana de Valencia y hacia quienes lo han perdido casi todo cobra distancia a la hora de hablar de la ayuda que recibió esta barriada pocas horas después de la riada.
“Enseguida hubo organización y muy pronto llegaron los militares y todo el mundo que quiso ayudar”, recuerda Flores. Como hace 27 años no había redes sociales para recibir avisos, “íbamos puerta por puerta alertando de la crecida de los arroyos”.
Por contra, hace 27 años, insiste este vecino, ya había bulos, “como el que corrió, más que el agua, de que se había roto un pantano”. “Mucha gente corrió hacia una alameda” ante el miedo de algo que no ocurrió.
Las horas siguientes
“A la mañana siguiente, el barrio estaba lleno de militares y las ayudas llegaron enseguida”, relata Isabel, quien se pregunta “qué ha podido ocurrir en Valencia para que allí” se haya tardado tanto.
Lo que llegó más tarde fueron las ayudas económicas que las administraciones prometieron a las familias afectadas, algunas de las cuales, según apunta, siguen en la nada. “Aún hay casas que resultaron afectadas que deberían haberse arreglado”, lamenta.
De hecho, en algunas de ellas todavía viven vecinos, advierte el presidente de la Asociación de Vecinos del Cerro de Reyes, Miguel García Flores Las administraciones, agrega con enfado, se comprometieron a crear parques y dotaciones deportivas en zonas donde muchas casas quedaron destruidas y que hoy están llenas de rastrojos y basuras.
García, quien enseña a EFE el monolito que recuerda a las víctimas de la riada de Badajoz, es de lo que piensa y no descarta que lo sucedido hace 27 años pueda volverse a repetir, pues el barrio sigue al lado de los dos arroyos.