El último fin de semana de octubre acabará el horario de verano que comenzó el pasado domingo 23 de marzo: el reloj se atrasará una hora para adoptar el horario de invierno y adaptarse a las horas disponibles de luz. En los meses siguientes anochecerá antes y se adelantará la madrugada. Estos son sus pros y sus contras.
El otoño comienzó el psado 23 de septiembre, aunque la fecha en la que se cambiará el horario de verano al de invierno será este año 2023 la madrugada del próximo 29 de octubre, cuando el reloj se atrasará una hora: a las 3:00 a.m. serán las 2:00 a.m.. Al despertarnos, el domingo será una hora más largo y a casi todos nos costará conciliar el sueño por la noche y levantarnos de la cama al día siguiente. En los siguientes días el organismo deberá adaptarse paulatinamente a las nuevas rutinas en función de esta hora de retraso.
El cambio horario es una costumbre en Europa que se remonta a finales de los años setenta del siglo XX y establecida por directiva europea en 1981, con fervientes defensores y detractores. Retrasar o adelantar la hora dos veces al año influye no solo en la salud por los desarreglos que pueda ocasionar al ritmo circadiano , especialmente en bebés, niños, adolescentes y ancianos. algunas discapacidades y personas con problemas de salud mental o inmsonio crónico.
También hay quien lo defiende o rechaza por sus teóricas repercusiones en la economía o simplemente se inclina por unas rutinas a otras en función de las horas de luz solar que van cambiando a lo largo del año en función de su estilo de vida y sus preferencias personales. En cualquier caso, año tras año cada vez que se acerca la fecha en la que se cambia el reloj se aviva el debate sobre mantenerlo o no, y en caso de lo primero, qué horario adoptar.
El cambio horario se establece, concretamente, en la Directiva Europea del Cambio de Hora que se aplica en todos los Estados de la Unión Europa desde 1981 que se instauró por motivos económicos durante la primera crisis energética del petróleo persiguiendo el ahorro energético pese a las dudas crecientes sobre su eficacia. Aunque la Unión Europea recomendó a los Estados miembro acabar con estos cambios horarios, la llegada de la pandemia retrasó la decisión.
Desde la aprobación de la Novena Directiva por el Parlamento Europeo y del Consejo de la Unión en enero de 2001, el cambio se aplica con carácter indefinido. La directiva ha sido renovada sucesivamente cada cuatro años y seguirá vigente hasta 2026.
POR QUÉ SE CAMBIA LA HORA
Las primeras disposiciones sobre el horario de verano se adoptaron en Europa en 1980 y desde el año 2000, la Directiva está incorporada al ordenamiento jurídico español por Real decreto 236/2002, de 1 de marzo establece las reglas que marcan su inicio en marzo y su finalización en octubre.
En 2018 el Parlamento Europeo abrió el debate sobre continuar o no con el cambio horario en la Unión Europea y la Comisión realizó una consulta pública en la que más del 80% de los 4,6 millones de ciudadanos que participaron se mostraron a favor de acabar con los cambios de hora. La Comisión propuso, a iniciativa de Finlandia, finalizar esta práctica y que en marzo de 2019 fuera el último cambio de hora, pero la falta de consenso entre los Estados sobre qué horario adoptar -invierno o verano- y los estudios de evaluación de impacto retrasaron la decisión.
Aunque la Comisión Europea aprobó la eliminación del cambio de horario, la comisión de Transporte y Turismo del Parlamento Europeo apostó finalmente por retrasar la eliminación del cambio de hora bianual propuesto por la Comisión Europea y dejar más tiempo para a los países para decidir si se quedaban con el horario de verano o el de invierno.
Según la Directiva Europea 2000/84/CE. Sin embargo, en 2019 se estableció que a partir de 2021 los países europeos podría eliminar esta obligación si así lo consideraban, aunque países como España y Portugal decidieron seguir con el cambio de hora estacional.
España no llegó a decidir a qué huso horario optar. La información con que contaba la administración española para tomar esta decisión estaba apoyada, entre otros, por la encuesta que el Centro de Investigaciones Superiores (CIS) realizó en noviembre de 2018 -en la que el 65% de los encuestados se manifestó a favor de permanecer en el horario de verano– y por un informe solicitado al comité de expertos que el Gobierno creó en septiembre de 2018 específicamente para debatir esta cuestión.
En su informe, de fecha 20 de marzo de 2019, la Comisión de expertos concluyó, por un lado, que «no era aconsejable producir ningún «cambio precipitado» en los husos horarios mientras no existiese un consenso compartido y una difusión práctica a nuestra ciudadanía de los riesgos y oportunidades que comporta». Por otro lado, añadían, «el análisis de los husos horarios deberá venir siempre vinculado al de los usos del tiempo al objeto de clarificar conceptos y procurar pautas de comportamiento que procuren determinados modelos compartidos como el de la corresponsabilidad».
Así, con los años de restricciones de la pandemia de por medio, una orden del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática publicada en 2023 establece las fechas de los cambios de hora hasta el domingo 25 de octubre de 2026, cuando España entrará de nuevo en el horario de invierno.
¿AHORRO ENERGÉTICO?
Algunos países decidieron adelantar el reloj para aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación ante las restricciones de combustible ocasionadas por la crisis del petróleo. Pero esta medida se adoptó en una época distinta a la actual con hábitos de vida que podrían afectar en mayor medida al consumo energético. Además, de que las jornadas de trabajo han cambiado y rutinas como el teletrabajo se ha ido extendiendo y los horarios comerciales han ido cambiando y también las rutinas de los ciudadanos son distintas en el mismo espacio-tiempo.
Según estimaciones oficiales del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), en España, el cambio de hora promueve el ahorro energético, aunque el último estudio al respecto tiene fecha de 2015. Este estudio señala que el potencial de ahorro en iluminación podría alcanzar en torno a 300 millones de euros, el equivalente al 5% del total. De esa cantidad, 90 millones corresponde al potencial de los hogares, lo que supone un ahorro de 6 euros por hogar y 210 millones restantes se ahorrarían en los edificios sector servicios y la industria.
Sin embargo, no se ha concluido que se cumpla el supuesto ahorro en el contexto actual, ya que los estudios de cambio horario requieren de un análisis prolongado en el tiempo para evaluar situaciones estacionales. En cualquier caso, observan que «las nuevas exigencias de eficiencia energética en iluminación, en los sistemas de climatización y en los propios edificios, así como la progresiva introducción del autoconsumo, alteran significativamente los análisis que originalmente se utilizaban para calcular estos datos».
El informe más actual al respecto lo elaboró la Comisión de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo en 2018, el cual señala que los cambios de hora pueden producir ahorros, pero son marginales y, por tanto, no hay certeza de que los beneficios que obtengan en todos los países que lo adoptan. Añade, además, que aunque pueden producirse ahorros de energía en iluminación, por contra puede aumentar el consumo en calefacción. El IDAE admite que los resultados de ese informe son difíciles de interpretar porque están influenciados por factores externos, como la meteorología o el comportamiento de los usuarios.
HORARIOS DE TRABAJO Y COSTES EMPRESARIALES
Según José Canseco, profesor de EAE Business School, el cambio horario tiene efectos negativos en la economía, como una reducción de la productividad de las empresas y en la de sus profesionales. «En algunas ocasiones, en función de la actividad de la empresa, podría acarrear costes adicionales, debido a posibles ajustes de horarios de sus empleados o servicio al cliente internacional«, señalaba en un comunicado. «Además, podría afectar el consumo de energía (iluminación y calefacción), pero está demostrado que estos costes/beneficios (en función de si es el cambio de octubre o marzo) son marginales. Claramente el mayor coste es el asociado al rendimiento de los profesionales en los días de adaptación«.
Las consecuencias sobrepasan fronteras y afectan también al comercio internacional, donde se pueden generar algunas distorsiones, especialmente en lo que respecta a los horarios de los mercados financieros y su coordinación de los horarios de trabajo entre empresas de diferentes países. «Esto puede afectar la eficiencia de los procesos comerciales, la comunicación y la colaboración«, arguye, y recalca que el supuesto beneficio de ahorro de costes de energía no es tal. Sin embargo, disponer de más horas de luz si es positivo para la persona en todos los sentidos.
SALUD Y SUEÑO
Cuando el reloj se atrasa, hay menos luz por la tarde-noche y se retrasa la hora de dormir, pero la hora de despertarnos sigue siendo la misma, lo que está asociado con el aumento del déficit crónico de sueño en general en la población», sobre todo entre personas muy dependientes de las rutinas como bebés, ancianos y ciertas discapacidades como el trastorno del espectro autista (TEA).
Dormir una hora menos o adelantar la hora de irse a dormir sin sueño puede provocar trastornos transitorios en la salud, como la fatiga, el estrés y el cansancio y cambios en el estado de ánimo, señala Gonzalo Pin Arboledas, jefe de la Unidad del sueño del Hospital Quirónsalud Valencia. Respecto a los trastornos para la salud, la adaptación fisiológica al nuevo horario provoca efectos como la somnolencia acumulada, falta de concentración e incluso un aumento de los accidentes de tráfico por el déficit de sueño que se acumula estos días. «No tiene ningún sentido. Lo ideal sería quedarnos en el horario de invierno«. Este cambio horario, en España, «nos separa todavía más de nuestra hora natural en cuanto al meridiano» y, en el caso de los grupos más sensibles, aconseja ir retrasando el inicio del sueño «de forma progresiva», antes de que llegue el cambio de hora.
En el caso de los niños y adolescentes, también puede reducirse la concentración en las primeras horas del día, especialmente si tienen exámenes o asignaturas más exigentes, porque «a esas edades, que tienen la tendencia de retrasar su propio reloj biológico.
También en el resto de edades puede haber una somnolencia acumulada mientras nuestro organismo se vuelve a adaptara las mismas rutinas con un horario distinto, aunque en la edad madura «tenemos más herramientas para afrontar esa situación que en las dos etapas extremas de la vida». «La gente dice que con el horario de verano tiene más horas de luz y puede salir más, pero eso en realidad es ganancia a corto plazo; el déficit crónico de sueño le cuesta al final al país tiempo y dinero porque aumenta la diabetes tipo 2, la obesidad y los accidentes. Esto tiene un coste para la sociedad», advierte José Canseco, profesor de EAE Business School.
HUSO HORARIO Y COSTUMBRES SOCIALES
En Europa es obligatorio el cambio de horario a verano, pero es importante resaltar que España no está en el uso horario que le corresponde (por lo tanto, en verano estamos en GMT+2) y lógicamente, el horario de verano beneficia más a los países del norte de Europa, apunta Canseco.
«En un país como España, lo idóneo sería volver al uso horario GMT+0 (el que nos corresponde) y adoptar el horario de verano todo el año, lo que en la práctica es un GMT+1. O bien quedarnos en el actual uso horario GMT+1 y adoptar el horario de invierno todo el año. Esto cubriría el horario laboral estándar sin problemas de luz solar en cualquier época del año».
Pin Arboledas también es partidario de no modificar la hora y explica que todas las sociedades científicas consideran que «lo ideal, en contra de lo que la gente quiere, sería quedarnos con el horario de invierno, que nos acerca más a nuestro meridiano».
España está condicionada por unas costumbres horarias peculiares en su entorno, ya que los españoles solemos acostarnos tarde y, sin embargo, nos levantamos muy pronto. «Dormimos unos 40 minutos menos que en el resto de países europeos por nuestros horarios de cena o de televisión tardíos, y este cambio de hora -advierte- favorece más esa pérdida de sueño».
agencias