EP – Los trabajos arqueológicos llevados a cabo los cinco primeros meses del año en un solar de la estación de Renfe de Mérida han permito descubrir 65 tumbas romanas.
“Al retirar las vías, el balasto y la tierra compacta que formaba parte de la base donde se asentaban los raíles, se registró una concentración de tumbas importantes que obedecen al menos a tres momentos diferentes dentro del periodo romano tardío”, según explica el arqueólogo Pedro Dávila.
En el último boletín ‘Foro’, del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, el arqueólogo señala que la concentración de tumbas en el lugar obedece a la presencia de una calzada o camino, de tipo secundario, con una orientación norte-sur.
Sepulturas saqueadas
En sus márgenes están las sepulturas que contienen a individuos inhumados. “Muchas de ellas saqueadas de antiguo y que aparentemente no poseen depósito funerario”, según Dávila.
La tipología es diferente en cada momento. Así, las más antiguas presentan una estructura compuesta por fosas simples excavadas en el terreno natural que contienen inhumaciones de individuos en posición decúbito supino (boca arriba).
Algunas de ellas de las tumbas romanas que han aparecido en este solar de la estación de Mérida poseen como señalización fragmentos o piezas de materiales constructivos como tégulas o piedras, apunta el arqueólogo.
Otras, “debido a su grado de arrasamiento, poseen una colmatación de tierras extraídas del lugar, posiblemente al excavar la propia tumba”.
Materiales de construcción y placas de mármol
Las sepulturas más recientes, por el contrario, prosigue Dávila, poseen una tipología diferente, ya que las cajas para albergar a las inhumaciones están realizadas con materiales extraídos de construcciones urbanas, abandonadas o en desuso.
Así, prolifera la utilización de placas de mármol, tégulas y cajas realizadas en ladrillo con cubierta de este mismo tipo de material y que revestían a las paredes desnudas que poseía la roca.
“Alguna de ellas eran auténticas cajas marmóreas con orificios circulares en la parte inferior de las mismas y con las improntas de barras de hierro en la parte superior, que aguantaban el peso de las cubiertas realizadas con este mismo tipo de material pétreo”, expone el arqueólogo del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida.
A juicio de Dávila, es significativa, y objeto de análisis, la presencia de una concentración importante de tumbas en un espacio tan reducido, “en escasos metros cuadrados, lo que hace que muchas reaprovechen el espacio de otras anteriores, cortándose unas a otras”.
En ellas se observa, ha destacado, un porcentaje importante de inhumaciones pertenecientes a individuos en edad infantil y juvenil.
Esta intervención, en su opinión, confirma la continuidad en los patrones de ubicación de las áreas funerarias en torno a las calzadas de acceso a la ciudad, aprovechando además la idoneidad topográfica que ofrece el espacio de transición hacia el río Albarregas.
Una reciente investigación de este organismo ha permitido calcular más certeramente el origen de la fundación de Mérida, que en realidad sería entre los años 24 y 23 a. de C.